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En países como Bulgaria y Rumania, flamantes miembros del bloque comunitario, se discrimina a la comunidad romaní. Ésta se compone de diez millones de personas a las cuales algunos se refieren con desprecio.
Junto con Bulgaria y Rumania, el pasado 1 de enero ingresó a la Unión Europea un pueblo que carece de nacionalidad formal: los romaníes, comunidad cuya población se ubica entre 500.000 y doce millones de personas según diversos cálculos. Esto quiere decir que, en términos numéricos, se trata de una ciudadanía más grande que la de algunos países como Dinamarca, Irlanda o Lituania.
Discriminación endémica
A lo largo de la historia, los romaníes han sufrido discriminación principalmente por el carácter errante de algunos de sus clanes. Aunque en mucho menor medida, fueron perseguidos junto con los judíos por el régimen nazi. Aún hoy, en Europa todavía se les llama con diversas expresiones -como "Zigeuner", en alemán-, que tienen connotación despectiva.
Esta segregación, de acuerdo con el Doctor en Historia Wolfgang Wippermann, de la Universidad Libre de Berlín, constituye "una bomba de tiempo política y social" tanto para la Unión Europea como para sus miembros más recientes: Bulgaria y Rumania.
Entrevistado por la emisora pública alemana Deutschlandfunk, Wippermann estima que "existen cálculos según los cuales hay ocho millones de romaníes, mientras que otros hablan de doce millones. Creo que una cifra intermedia, como diez millones, constituye una estimación realista". Estas personas, agrega, "son discriminadas y perseguidas por doquier, pese a que la Unión Europea se ha comprometido no sólo a reconocer a las minorías, sino también a protegerlas".
Triunfan los prejuicios
En Alemania, este fenómeno es por demás preocupante. Según algunas encuestas, entre 64 y 68 por ciento de los alemanes dicen "odiar" a quienes ellos conocen como "gitanos". "Esto quiere decir que el odio hacia estos pueblos es tres veces más fuerte que el antisemitismo entre los alemanes", señala el historiador.
Ante esta situación, algunos miembros de la Unión Europea como Hungría, Eslovaquia, Rumania y la República Checa han implementado lo que llaman la "Década Romaní", lapso durante el cual se han comprometido a eliminar toda forma de discriminación racial, económica y social hacia estos pueblos.
"Hasta el momento, se trata sólo de un documento. Pero también hay otros similares, que obligan a los Estados de la Unión Europea al cuidado de las minorías como condición para ingresar al bloque. En Bulgaria y Rumania, que desde el 1 de enero de 2007 forman parte de la unión, no se respetan esas cláusulas y ni siquiera se han establecido formas para controlar la discriminación a los romaníes", dice Wippermann.
Tareas para Europa
¿Qué falta para garantizar la no discriminación hacia pueblos como los romaníes dentro de la Unión Europea? "En primer lugar, mecanismos para evitar su persecución y el despojo de sus derechos. Además, es necesario protegerlos contra el empobrecimiento y, no por último, contra la pérdida de su lengua y su cultura", responde el especialista.
El idioma romaní, continúa, debe ser reconocido dentro de las lenguas oficiales de la Unión Europea. "Se trata de una lengua europea, que es hablada por más personas que, por ejemplo, el danés. Pero los idiomas oficiales parecen ser aquellos que cuentan con un estado.
Los romaníes no tienen un territorio propio, son una minoría, pero tienen su propio idioma, que es hablado, comprendido, y traducido en diferentes conferencias. Por ello, su exigencia de que también sea utilizado en Estrasburgo, Bruselas u otras sedes de la unión, es completamente legítima", concluye el académico alemán.
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