Rubén Alejandro Fraga
Del Diario El Ciudadano, Rosario, Ar.-
Hoy se cumplen 30 años de la asunción del demócrata Jimmy Carter como 39º presidente de Estados Unidos, un hecho que marcó el fin de ocho años de gobiernos republicanos –signados por la derrota norteamericana en la guerra de Vietnam y el escándalo Watergate– y significó un cambio de rumbo en la Casa Blanca que permitió poner al tema de los derechos humanos en la agenda mundial, impulsar la paz y el desarme y lograr momentos de distensión en el marco de la denominada Guerra fría.
Con aciertos y con errores, Carter fue, ante todo, un presidente humanista. Sus detractores lo tacharon de pacifista romántico e ingenuo. Sus partidarios lo aplaudieron por haber introducido una dimensión moral en la política internacional. En todas sus actuaciones como mediador en conflictos internacionales, Carter dejó sentado que el trabajo por la paz debe fundarse en la aplicación del derecho internacional y el respeto de los derechos humanos.
Su mandato estuvo marcado por importantes éxitos en política exterior como los Acuerdos de paz de Camp David entre Egipto e Israel, los tratados sobre el Canal de Panamá, el tratado Salt II para evitar la proliferación de armamento nuclear con la Unión Soviética y el establecimiento de relaciones diplomáticas con China.
En el plano interno, su gobierno luchó contra la inflación y el desempleo, reformó la función pública incorporando un número récord de mujeres, negros e hispanos, reforzó la seguridad social, creó los ministerios de Energía y Educación, estableció una política energética nacional y reforzó la legislación sobre protección medioambiental que favoreció la expansión del sistema de parques nacionales.
James Earl Jimmy Carter Junior había nacido el 1º de octubre de 1924 en Plains, un pequeño pueblo del Estado de Georgia. Fue el mayor de los cuatro hijos de un matrimonio de granjeros baptistas dedicados al cultivo de maní. Se licenció en Ciencias en la Academia Naval de Estados Unidos en 1946, año en que contrajo matrimonio con Rosalynn Smith. Carter fue destinado a los submarinos del Atlántico y del Pacífico, pero al morir su padre, en 1953, dejó la carrera naval para encargarse del negocio familiar de cultivo de maní en su pueblo natal.
Inspirado por un profundo sentimiento cristiano, comenzó su carrera política ocupando modestos cargos en Plains y pronto se destacó por su carácter progresista en una cuestión tan susceptible, especialmente en el sur estadounidense, como la racial.
En 1970 fue electo gobernador de Georgia al derrotar al republicano Hal Suit. Aunque entre los nuevos y jóvenes gobernadores estadounidenses Carter atrajo la atención por su énfasis en los temas ecológicos, eficiencia en la acción de gobierno y superación de las barreras raciales, cuando decidió participar en las primarias presidenciales del Partido Demócrata en 1976, muchos consideraron que contaba con muy pocas posibilidades frente a otros candidatos más conocidos a nivel nacional.
Sin embargo, el caso Watergate –el mayor escándalo político estadounidense, iniciado con el allanamiento e intervención de las líneas telefónicas del cuartel general electoral del Partido Demócrata, que desembocó en la renuncia del presidente Richard Milhous Nixon– aún estaba fresco en la memoria de los electores, por lo que el hecho de no pertenecer a la tradicional clase política de Washington benefició a Carter, quien ganó la nominación demócrata a la presidencia acompañado por el senador de Minnesota Walter Francis Mondale.
Finalmente, Carter ganó las elecciones presidenciales del 2 de noviembre de 1976, con el 50,1% de los votos frente al 48% del republicano Gerald Ford, el vicepresidente de Nixon que había completado su mandato tras la traumática renuncia de éste.
Su ideal era instaurar un liderazgo político que fuera “competente y humano”, sensible al pueblo norteamericano y sus expectativas. Deseaba construir un gobierno que fuera “tan bueno como su pueblo”.
Carter se instaló en la Casa Blanca el jueves 20 de enero de 1977 y en su equipo de gobierno incluyó tantas mujeres, negros, hispanos y representantes de las minorías que se habló de una “revolución”.
En materia de política exterior, Carter imprimió su propio sello. Y aunque su lucha por los derechos humanos fue fríamente recibida por la Unión Soviética y otras naciones, con su llegada a la Casa Blanca se modificó de manera significativa el tono de la política norteamericana hacia toda América latina. El secretario de Estado Henry Kissinger, un halcón republicano que había participado activamente de los planes de la CIA para instaurar la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, avalar los sucesivos golpes de Estado en el Cono Sur y poner en marcha el denominado Plan Cóndor por el cual las fuerzas de seguridad sudamericanas trabajan cohesionadas en la represión de los opositores, fue reemplazado por Alexander Haig.
Patricia Derian, flamante subsecretaria de Derechos Humanos, fue enviada a la Argentina para transmitirle al dictador Jorge Rafael Videla la preocupación del presidente Carter por las violaciones a los derechos humanos que se producían en el país, gobernado por el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. En setiembre de 1977 el general Videla viajo a Washington para explicar que, aunque se habían cometido algunos “excesos”, su gobierno de facto respetaba los derechos humanos. Carter jamás le creyó y condenó a la dictadura argentina en los foros internacionales.
En uno de los temas clave de su agenda, Carter invitó a los líderes de Israel y Egipto a Camp Davis, la residencia de descanso presidencial de Maryland, cuando las negociaciones entre ambos países de Medio Oriente llegaron a un punto muerto en 1978.
Allí, tras 12 días de arduas y tensas reuniones que prosperaron sólo por la diplomacia personal de Carter, el presidente egipcio Anuar el Sadat y el premier israelí Menahem Begin firmaron unos trascendentes acuerdos de paz que pusieron fin a 30 años de beligerancia entre las dos naciones más poderosas de Medio Oriente.
Carter también fue exitoso en obtener la ratificación del tratado de devolución del Canal de Panamá. Dos tratados firmados en 1977 por Carter y el líder panameño Omar Torrijos fueron ratificados en 1978 y la zona del Canal fue transferida oficialmente a Panamá el 1º de octubre de 1979.
Además, durante el mandato de Carter, la Guerra Fría conoció importantes momentos de distensión. Erigiéndose por sobre el trabajo de sus predecesores, en 1979 Carter reconoció formalmente al gobierno comunista de la República Popular China y estableció relaciones diplomáticas plenas con Pekín. En junio de ese mismo año avanzó en el proceso de las Conversaciones para la Limitación de Armas Estratégicas (Salt), al firmar con Leonid Brezhnev, líder de la URSS, el Tratado Salt II, que establecía los límites precisos de número y tipos de armas estratégicas que podría mantener cada superpotencia.
Sin embargo, la administración Carter también enfrentó varios contratiempos, y la invasión soviética a Afganistán, a fines de 1979, provocó la suspensión de la agenda para ratificar el pacto del Salt II.
Con todo, el mayor dolor de cabeza para la política exterior de Carter fue la Revolución Islámica de Irán. En enero de 1979, los seguidores del ayatolá –líder espiritual chiíta– Ruhollá Jomeini derrocaron al sha Mohamed Reza Pahlevi, quien había reinado en Irán durante 37 años. En noviembre de 1979, tras autorizar Estados Unidos la entrada del derrocado sha en su territorio para recibir tratamiento médico, la embajada estadounidense en Teherán fue asaltada por un centenar de militantes chiítas que tomaron como rehenes a 66 miembros del servicio diplomático; 13 de ellos fueron rápidamente liberados, pero a cambio de los otros 53 Irán exigió el público arrepentimiento de Estados Unidos por su apoyo al sha, la extradición de éste para ser sometido a juicio –exigencia que terminó tras fallecer el ex soberano víctima de cáncer en julio de 1980– y la devolución de los miles de millones de dólares que se pensaba que éste había evadido ilegalmente del país.
Las negociaciones no prosperaron, ni tuvo éxito una operación efectuada por un comando estadounidense en abril de 1980, y la liberación de los rehenes no se produjo hasta el 20 de enero de 1981, el mismo día en el que Carter dejó su cargo en la Casa Blanca en manos de Ronald Reagan quien lo había derrotado en los comicios de 1980.
Desde que dejó la Casa Blanca, Jimmy Carter se dedicó a una labor de mediación en conflictos internacionales y a poner su prestigio al servicio de causas humanitarias. En 1982 fundó el Centro Carter de la Universidad de Emory, Georgia, que se convirtió en un importante foro de debates relativos a la democracia y los derechos humanos. Desde mediados de la década de 1980, él y su esposa habían contribuido a la construcción de viviendas para personas con ingresos reducidos. También realizó numerosos viajes a países en vías de desarrollo para observar procesos electorales y asistir a negociaciones de paz.
Finalmente, en octubre de 2002, Carter fue galardonado con el premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos infatigables para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, por impulsar la democracia y los derechos humanos, y por fomentar el desarrollo económico y político de los pueblos.
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