Wednesday, January 03, 2007

Cuando la Muerte sirvió sus tragos de Guaron

Félix Lezama bebía licor “a los tiempos”. Ahora no beberá nunca más. Su voz a cada instante se entrecorta, sus ojos, siempre llorosos, con dificultad alcanzan a verme, y su corazón late más fuerte. Llegó al hospital con síntomas propios de una terrible goma, tan terrible que ya lo tenía ciego. Fueron sólo cuatro tragos de guarón al ‘strike’ los que casi lo matan. Pero, por increíble que parezca, bicarbonato y otros traguitos, esta vez de Stolichnaya, además de un grupo de médicos internistas, lo salvaron a él y a más de trescientos hospitalizados por la misma causa.

-DE EL NUEVO DIARIO, MANAGUA.-

<>
De la huelga médica más larga de la que se ha tenido conocimiento sólo quedó la pinta: “Esquiroles, peleamos por tus frijoles”, que se encuentra en una pared verde junto al improvisado altar de la Virgen de Concepción, en el cuarto piso del Hospital Escuela “Óscar Danilo Rosales Argüello”, Heodra, de León donde está la sala de Medicina Interna.


La llegada de doña Cecilia Álvarez, una señora ya entrada en edad, oriunda de Poneloya, irrumpió en la monotonía del hospital, y también de León, una ciudad que pareciera exclusiva para católicos, atiborrada de iglesias, con uno que otro enfermo mental semidesnudo en las esquinas y una catedral imperiosa de la que hacen gala sus habitantes, quienes para su orgullo o pesar, son los segundos entre los mayores consumidores de licor en Nicaragua.

La señora Cecilia llegó con la visión borrosa, dolor de cabeza, alteración de la conciencia y con las uñas moradas, rememora la doctora Carmen Corrales, quien estuvo de turno aquel día. Después ya no respondía a ningún estímulo verbal, y parecía tener una enfermedad cerebrovascular, lo que la gente conoce como derrame.

A las tres horas de su llegada le dio un paro cardíaco. Doña Cecilia había muerto y la historia, para la doctora, estaba incompleta.

A las cuatro de la tarde del día anterior, Félix Lezama estaba tragueando por el cumpleaños de su hermano. La celebración estaba perfecta: el litro de guarón y la alegría familiar. El guarón es el licor de menor calidad en Nicaragua, que por lo general es más consumido por tomadores consuetudinarios.

“Si yo fuera sabio...”, se lamenta ahora don Félix, quien ese caluroso domingo dejó solas las casas que cuida y salió entusiasmado a comprar la media de Flor de Caña que no encontró

El misterio…

Llegó entonces al hospital el hijo de doña Cecilia, Antonio, con los mismos síntomas que su madre. Antonio murió cuando llegaba casi a la edad de Cristo. Algunos cabos seguían sueltos, relata el doctor Guillermo Solís, y la historia ya tenía una pizca de misterio. Los familiares no aportaban muchos datos sobre la causa de los síntomas, sin embargo, permitieron que se le hiciera la autopsia al cadáver de Antonio Álvarez.

La autopsia reveló lo que pronto sería un eco en toda la ciudad. Los fallecidos habían tomado alcohol metílico o alcohol de madera, mejor conocido como metanol, el mismo que a diario se usa para remover pinturas, como anticongelante, tinner, lacas, barnices, secantes y productos fotográficos, entre otros.

Para ser más exactos: la gente estaba tomando una mezcla tóxica pensando que era licor. Tan rápido como se embriagaban, morían. Pero la muerte estaba determinada por la cantidad del licor tomado, el tiempo que demoraba el paciente en consultar, y la rapidez con que se aplicaba el tratamiento.

Frente a la vista impotente de los internistas, empezaron a llegar y luego a morir uno a uno los intoxicados por metanol que ingresaron en los primeros días, como quien observa desde la tribuna la pelota del jonronero que va cruzando la barda del estadio.

Para goma ya es mucho, se decía don Félix, mientras los mareos lo tambaleaban. Cuando despertó, el paisaje del mar había sido borrado de sus ojos, y sólo una nube negra formaba parte de su encuadre

La clave: el bicarbonato

Tan pronto como ingresó a la Unidad de Cuidados Intensivos, los médicos le corrigieron con bicarbonato la acidosis metabólica, que es el aumento de la acidez en la sangre. Por eso está vivo. “Esos pacientes se salvaron porque nosotros les corregimos la acidosis metabólica”, dice el Dr. Solís, y prosigue el relato del miércoles, el día que ante la angustia de los familiares y médicos murieron once pacientes.

La intoxicación era de dimensiones inimaginables. La orden superior era ingresar a todo paciente “bolito”. Inmediatamente que ingresaban, estuviesen graves o no, se les administraba bicarbonato de sodio vía intravenosa y su respectiva dosis de licor.

La acidosis, que era la causa de muerte, les provocaba una respiración difícil. “Algunos hasta venían en paro, los intubábamos y empezábamos a administrar bicarbonato”, dice la doctora Wendy Castillo.

En la ciudad se seguía vendiendo la mezcla de metanol y agua como licor, en los barrios eran velados los muertos, el perifoneo y los medios de comunicación locales informaban sobre la tragedia que podía acontecer, pero muchos seguían tomando

Uno de ellos fue Vicente Umanzor.

Después de su labor en el plantel de la Alcaldía, se fue a una cantina en el barrio El Laborío a comprarse una media de guarón. Él no sabía del destino de los que antes tomaron del mismo líquido. Igual que don Félix, Vicente bebe “por allá”. Su amigo no quiso ayudarle a beberse el guaro, entonces él, solo, se lo aturugó todo. “Con una media qué me iba a caer”, me dice tranquilo, todavía sentado en una cama del hospital, con una sonrisa en su rostro, como de quien se salvó de la ola que acaba de arrasar.

Poco a poco, el cuarto piso se hizo exclusivo para los intoxicados, “hubo un día que hicimos 120 ingresos”, dice, ya menos extenuada, la doctora Corrales, y el doctor Solís le mete la parte graciosa a la tragedia: “Hasta ya parecía una especie de cantina el cuarto piso”

El famoso antídoto

“Oyeee, ¿y mi mimbro?” ¡Mi tragoo…! “¿Y mi jocote?”, gritaban algunos disciplinados pacientes que pedían su medicina y el aperitivo que le acompañaba. Singular medicina. Con otros hubo que pelear porque estaban renuentes a seguir tomando licor. Muchos ni cuenta se dieron porque el licor se les suministró como si fuese suero.

Mientras traían el Fomepizol, uno de los tratamientos indicados por la literatura, que donaría la OPS, los pacientes fueron estabilizados con licor. Cada hora, y según el peso, los pacientes degustaron de los mejores licores rusos y escoceses. Desde Stolichnaya hasta Flor de Caña Gran Reserva, pasando por Johnnie Walker.

Sin menospreciar la ayuda extranjera, los médicos fueron tajantes: “El antídoto fue el licor”. Cuando el tan anunciado Antizol, nombre comercial del Fomepizol llegó al hospital, seis días después de que había muerto el primer intoxicado, la mayoría de los pacientes ingresados estaban estables.

La ciudad estaba en shock, la gente en las calles decía conocer al menos a un intoxicado por metanol. “Hermana, ¿y se dio cuenta?”, le preguntó una señora a la peluquera que me estiraba el cabello y presurosa metía la tijera. “Dicen que eso es caliente y quema el hígado”, dijo refiriéndose a las consecuencias de tomar metanol. Luego ambas empezaron a especular sobre las posibles consecuencias del tóxico en los enfermos y sobre los “diablos” que habían hecho la “maldad”.

Para suerte de muchos, la Policía Nacional demostró ser más eficiente de lo que parece, y tan pronto como dejaron de llegar los intoxicados resolvieron el caso. Las investigaciones estremecieron aún más a la población. Increíble. Una banda de sujetos con pleno conocimiento de sus actos robó una pipa con metanol y la mezcló con agua para venderla como guarón. Los resultados: más de una decena de involucrados, entre ellos, un hombre ya reconocido por robar granos básicos, un tal “Changuelo”, y varios miembros de una familia ya con varios lustros de vender el guaro.

Lejos de las conjeturas de la población, en el epicentro del sismo, ubicado en el hospital, más de doscientos estudiantes de medicina, internistas, enfermeras y médicos de diversas especialidades, en su andar y venir, comandados por el doctor Ricardo Cuadra, batallaban contra un reloj que era sincronizado por los vendedores cada vez que vendían el alcohol metílico para no perder su inversión

Una media… ley seca

Entonces las autoridades se hastiaron de tanta indolencia. ¡A decomisar el guarón! Si la gente seguía tomando la lucha sería de nunca acabar. Don Danilo Fernández, mejor conocido como Pilo, dueño de una afamada cantina, reconocida por todo el que guste tomar licor y lo deguste de vez en cuando, dice que él “desconfía desde hace mucho del licor que le ofrece cualquier agencia”.

Su longevidad es similar al número de años de la cantina, razón por la que se retirará del oficio, no sin antes vender las quince cajas de Caballito que el Minsa le dio a cambio del guaro a granel, también de marca Caballito, que tenía cuando se decretó la emergencia sanitaria.

Como don Pilo, la gente en León ha vuelto a la normalidad, aunque un poco distraída y temerosa. Los meseros de los bares ya no abren las botellas, la gente prefiere sentirse segura cuando les duelen las manos al abrir la rosca, así no les meten gol, o mejor, no les meten metanol por guaro sellado, porque el guaro a granel ha pasado a la historia.

La tragedia que dejó cuarenta y tres muertos según datos del Departamento de Epidemiología del Heodra, concibió una mezcla de amargura y triunfo. Normalmente muere más del 50% de los intoxicados, pero esta vez murió sólo el 10%.

“Si hay alguien que se me olvida, que me disculpe y reclame”, dijo el presidente Bolaños tras entregar reconocimientos a todas las personas que evitaron una tragedia mayor. Efectivamente, los actores principales de esta película fueron olvidados. En las sillas mecedoras de su cubículo, respiran menos fatigados, como los asistentes de luces que terminan de apagar los focos del teatro concientes del desastre que hubiese ocasionado su ausencia. Sin la pena y sin la gloria, pero con satisfacción, los médicos salvaron a más de trescientas personas, cuyos rostros sólo ellos recordarán.

De todo se escuchó en León durante esos quince días, ahora sólo resuenan las palabras sollozantes de don Félix, que “ya no aguanta estar así”. Sus ojos se ubican en algún lugar del cielo

El llanto le ha vencido.

Él, como todos los sobrevivientes, puede quedar con una ceguera irreversible debido a la atrofia del nervio óptico o sufrir insuficiencia renal, pancreatitis o derrame cerebral.


mailto: miturbides@yahoo.com

Volver al directorio:

http://moises-iturbides.blogspot.com

No comments: