Wednesday, January 10, 2007

Daniel Ortega: de revolucionario a pastor de la reconciliación

Daniel Ortega, versión 2007, hoy tomó poseción de nuevo como presidente de Nicaragua; pero por la vía de las elecciones


Deutsche Welle, Portal de Alemania

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El regreso de Daniel Ortega es visto por muchos como un nuevo capítulo de la revolución sandinista. No es el caso de la fundación alemana Friedrich Ebert, que con ojos críticos analizó al presidente electo de Nicaragua.

En los hechos, el antiguo guerrillero nunca se retiró. Pese a que Daniel Ortega fracasó en tres elecciones presidenciales desde 1990, logró perpetuarse como líder indiscutible del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), una de las mayores fuerzas políticas del país.


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Pacto con liberales

Ortega cayó en el descrédito interno y externo por el catastrófico balance de su régimen que duró de 1979 a 1990, debido a la guerra civil, a las flagrantes violaciones a los derechos humanos y las libertades individuales, y a una política económica que sumió a Nicaragua en la ruina.

Entre tanto, la vida sigue siendo dura para la mayoría de los nicaraguenses.

Sin embargo, hasta la fecha mantiene como rehén a su país mediante el "Pacto político" suscrito con el ex presidente liberal Alemán, quien entre tanto ha sido condenado a 20 años de cárcel. Numerosos puestos políticos han sido repartidos entre los dos "padrinos" y sus hombres de confianza, a fin de colmar sus intereses particulares (las consecuencias de esta política en el desarrollo del país no eran un factor a considerar).

A la luz de esta historia, poco puede sorprender que la reelección de Ortega esté rodeada de incredulidad, y que su regreso a la presidencia haya tomado desprevenida a la clase política de Nicaragua.

Incluso, las últimas encuestas antes de la elección pronosticaban que el líder sandinista no lograría obtener la mayoría, y que ocurriría una segunda vuelta en la cual el ex presidente ganaría con toda seguridad.




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Ortega no ganó; sus enemigos perdieron


Esta desconfianza no pudo ser desmontada por la campaña política. Decisivo en el resultado electoral fue, por un lado, el hecho de que existe una marcada división entre los opositores liberales; por otro, la reforma electoral conseguida en 2003 a través del "Pacto político" le permitió llegar a la presidencia con apenas un tercio (35%) de los votos.



La campaña sandinista se dirigió a pobres y campesinos.


La candidatura sandinista fue peleada por el antiguo alcalde de Managua, Herty Lewites, quien disputó la nominación al eterno candidato Ortega. La estructura del partido reaccionó con prontitud: Lewites y sus seguidores fueron expulsados y las elecciones internas -elemento central de una democracia partidista- fueron abolidas. Así es como Ortega logró ser candidato, una vez más.


Aquella juventud, aquella revolución.


Predicador del amor
El antiguo revolucionario se presentó como un predicador del amor, la concordia y la reconciliación; los uniformes militares, los colores revolucionarios y las odas antiyanquis fueron confinadas al clóset. La campaña, organizada por la esposa del presidente electo, logró su cometido de sembrar en la población -sobre todo en la más pobre y la rural- el miedo al regreso de la violencia y las estatizaciones.
Ortega también se allegó el apoyo de la poderosa iglesia católica aún cuando -como en el caso de su propuesta para prohibir por completo el aborto- con ello traicionara el antiguo discurso sandinista. La designación del antiguo "contra" Jaime Morales Carazo como vicepresidente subraya cuán central es, para el antiguo comandante, la reconciliación de "la familia nicaraguense."
La opción Chávez
Muchos observadores ven a Ortega -detrás del boliviano Morales- como el próximo aliado natural del proyecto "bolivariano" del líder venezolano Hugo Chávez.
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La oposición encabezada por Eduardo Montealegre fue víctima de su propia división.

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El apoyo a los sandinistas -a través de envíos de petróleo a precios módicos- fue más que evidente durante la campaña. Fueron públicos y estruendosos los festejos de Chávez por la victoria de los sandinistas.

La relación entre Chávez y Ortega marcará con toda seguridad el rumbo del nuevo gobierno. Si el venezolano consigue que Ortega camine de su lado en lo político y económico -gracias a la "petropolítica"- ello podría conducir a una nueva confrontación con Washington, e incluso al desconocimiento del tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Es seguro que el petróleo barato y las inversiones venezolanas podrían disminuir la dependencia económica de Nicaragua hacia Estados Unidos. Pero también es cierto que un anti-americanismo demasiado drástico, en medio de la situación económica actual, traería consigo consecuencias devastadoras para Nicaragua.


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