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Incluso cuestiona narrativas que conforman las propias  identidades nacionales o estatales, como es la dicotomía entre "nosotros" y  "ellos", tan arraigada en las relaciones internacionales, según la cual ellos  son los enemigos que amenazan nuestra seguridad pero que, al hacerlo, también  nos definen como "nosotros". Por el contrario, la seguridad humana rompe con  esta lógica de confrontación y formula una visión de la seguridad en clave  cooperativa, universal y preventiva. 
 En este sentido, en el actual contexto internacional  después del 11-S, resulta particularmente reseñable la contribución que la  seguridad humana puede hacer para confrontar el discurso dominante de que la  principal y casi única amenaza a la seguridad es el terrorismo internacional. Se  trata de un discurso que reclama concentrar esfuerzos contra este fenómeno,  olvidando otros riesgos globales y los orígenes de la inseguridad y los  conflictos armados. Ese discurso incita a ocuparse sólo de los síntomas del  fenómeno, dejando de lado la reflexión sobre sus posibles motivos subyacentes.  La seguridad humana, por el contrario, invita a pensar en la diversidad de las  causas-raíces de la inseguridad. 
 LIMITACIONES DEL CONCEPTO DE SEGURIDAD HUMANA Y RIESGOS  DE SU APLICACIÓN 
 Ahora bien, tal y como hemos avanzado anteriormente, el  enfoque de seguridad humana presenta varias limitaciones conceptuales y posibles  riesgos en cuanto a su puesta en práctica. Destaquemos algunos de ellos: 
 1) El concepto de seguridad humana es impreciso,  cuenta con diversas definiciones [ 3  ] y éstas son demasiado amplias y vagas . Estas discrepancias  se plasman, sobre todo, en la existencia de los dos enfoques ya mencionados  anteriormente, el amplio y el restringido. 
 Tanto los defensores como los críticos del concepto  discrepan sobre dónde situar las fronteras del mismo, cuya definición es fluida,  no estática, a diferencia de otros conceptos académicos y del propio modelo de  seguridad nacional clásico (Weissberg, 2003: 4). Algunos autores, como Paris,  hacen hincapié en que el concepto abarca una gama excesiva de cuestiones, desde  la seguridad física hasta el bienestar psicológico, con lo que son múltiples los  problemas que pueden considerarse una amenaza a la seguridad humana (Paris,  2005: 479). Este reproche suele dirigirse, en particular, hacia la visión amplia  de la seguridad humana, pues ésta acaba convirtiéndose en "una especie de lista  de la compra", al catalogar como amenazas a la seguridad humana una amplia gama  de factores sin conexión alguna entre sí (Krause, 2005: 23). Así, por ejemplo,  la clasificación que formula el PNUD de diferentes componentes de la seguridad  humana carece de una explicación sobre las interconexiones causales existentes  entre todos ellos, por ejemplo entre la pobreza y la violencia, entre la  inseguridad económica y los brotes de violencia (Mack, 2005: 18). 
 Dicha ambigüedad conceptual, en opinión de tales  autores, hace que el concepto tenga escasa utilidad práctica , sea para  los investigadores como herramienta de análisis, sea para los políticos como  propuesta y criterio para priorizar sus objetivos y diseñar sus actuaciones  (Paris, 2001: 88). Además, añade Krause (2005: 23), esta visión amplia de la  seguridad humana, tan vinculada al bienestar, no sólo es inútil, sino que  "oscurece lo más característico sobre la idea de seguridad y sobre cómo ésta  está inextricablemente vinculada a los conflictos y a las amenazas  existenciales, así como al uso de la violencia. 
 En nuestra opinión, las críticas relativas a la falta de  claridad conceptual son en gran parte ciertas. No en vano se trata de un  concepto sujeto a diferentes interpretaciones y con un recorrido teórico todavía  corto. También tiene calado la crítica referente a que no se ha llegado a  explicar el peso relativo que tienen los diferentes componentes para la  seguridad humana, así como su interrelación. Ahora bien, esto no lo consideramos  una deficiencia consustancial a la seguridad humana, sino más bien la  constatación de que este campo requiere aún más investigación, apoyada en  estudios empíricos, para poder elaborar un marco analítico más claro. Dicho  marco teórico debería clarificar no sólo las interrelaciones entre los  diferentes elementos contemplados en la seguridad humana (versión amplia), sino  también los vínculos entre ésta y otras categorías conceptuales, como son el  género, la vulnerabilidad, los sistemas de sustento ( livelihoods ) de  diferentes grupos y los derechos humanos. Igualmente, sería preciso avanzar en  el diseño de herramientas de medición de la implementación de la seguridad  humana. 
 2) Por otro lado, existe el riesgo de que, por su  carácter multidimensional y amplio, el enfoque de la seguridad humana sirva como  excusa para la militarización de diferentes políticas públicas , tanto  en el plano nacional como internacional. 
 En la medida en que, con este enfoque, multitud de  aspectos (salud, alimentación, medio ambiente, etc.) pasan a cobrar una  dimensión en términos de seguridad, es verosímil que las fuerzas armadas se  sientan legitimadas para tratar de incidir en las políticas nacionales en las  respectivas áreas, en detrimento del carácter democrático de las mismas  (Pettiford, 1996: 303). Tal posibilidad es particularmente importante en países  en situación de conflicto o fuertemente militarizados, como parece constatarse  en Colombia. 
 Este riesgo es particularmente perceptible en el caso de  las políticas de cooperación al desarrollo y de acción humanitaria. La  vinculación teórica establecida durante los años noventa entre los problemas de  desarrollo y los de seguridad, reflejada en el propio concepto de seguridad  humana, ha contribuido a que ambas hayan sido reconceptualizadas como  instrumentos útiles para la prevención de conflictos y la construcción de la  paz. Esta tendencia, aunque en principio pueda merecer un juicio positivo, ha  contribuido a una creciente supeditación de la cooperación al desarrollo y de la  acción humanitaria a criterios geopolíticos y de seguridad propios de los  donantes, algo que no ha hecho sino aumentar tras los atentados del 11-S con el  lanzamiento de la "guerra global contra el terrorismo". Esta instrumentalización  al servicio de intereses políticos y estratégicos, como analiza Thieux (2006:  34-35), resulta particularmente preocupante en el caso de la acción humanitaria,  por cuanto erosiona los principios de independencia y neutralidad que  históricamente la han definido. 
 3) Siguiendo este mismo argumento, existe el riesgo de  que el objetivo de la seguridad humana se utilice como justificación para  realizar "intervenciones humanitarias" por parte de países occidentales ricos en  países periféricos en conflicto y crisis humanitarias . 
 Tales intervenciones, que han proliferado desde la  conclusión de la Guerra Fría, tienen una naturaleza militar y se justifican por  razones humanitarias (frenar graves violaciones de los derechos humanos,  garantizar el reparto de asistencia humanitaria, etc.). Así pues, el objetivo de  la preservación de la seguridad humana ha pasado a ser esgrimido como una de las  justificaciones para tales intervenciones, particularmente entre los que  postulan el enfoque restrictivo de la misma, apadrinado por Canadá. Un elemento  decisivo en esa dirección fue la publicación en 2001, por la Comisión  Internacional sobre Intervención y Soberanía Estatal, del ya citado informe  La Responsabilidad de Proteger , que reformula y relativiza la  soberanía estatal. El concepto de seguridad humana queda así vinculado al  principio de la responsabilidad de proteger, obligada para los estados y la  comunidad internacional [ 4 ]  .
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