.
Esta capacidad de vincular en el análisis las dimensiones personal, local y global encierra interesantes implicaciones. En primer lugar, impele a superar el estrecho enfoque estatocéntrico tradicional para adoptar otro global, universal, a la hora de formular las políticas de seguridad y las de desarrollo. En palabras de Thomas, "una consideración de la seguridad humana en la era contemporánea nos exige contemplar a la humanidad insertada no simplemente dentro de estados soberanos, sino dentro de una estructura social global, la economía capitalista mundial que ha estado desarrollándose desde el siglo XVI" (Thomas, 2001: 162). En este sentido, el objetivo de la seguridad humana puede ser utilizado (como hace esta autora) como criterio para analizar y juzgar los procesos globales y las estructuras de gobernanza global que inciden en la seguridad humana de las personas del mundo. Es más, dado el aumento de las desigualdades desde el final de la Guerra Fría, el paradigma de la seguridad humana podría servir como referente para redefinir las políticas globales de desarrollo, de forma que realmente afronten las necesidades de seguridad humana de todos los ciudadanos del planeta, especialmente de los más pobres (Thomas, 2001: 164).
En segundo lugar, otra consecuencia de la vinculación entre las dimensiones locales y globales es que subraya que la seguridad de todos los seres humanos está inextricablemente conectada, sobre todo en lo referente a amenazas de tipo global como las medioambientales, económicas, sanitarias, etc. Si un individuo o grupo está amenazado, otros grupos probablemente también estarán en riesgo. Como consecuencia de esta interdependencia, "la seguridad humana no es un juego de suma cero", en el que un grupo pueda conseguir la seguridad a expensas de la de otro (como en la concepción clásica de seguridad nacional), sino que dibuja un escenario en el que todos ganan o todos pierden (Weissberg, 2003: 6).
Una última consecuencia es que el concepto de seguridad humana, al integrar esos diferentes niveles de análisis, puede realizar una interesante contribución a un debate en auge en las ciencias sociales: el de la interrelación entre lo global y lo local, y, en particular, el relativo a la búsqueda de espacios y dinámicas locales que promuevan el desarrollo humano y ofrezcan una alternativa al vigente modelo de globalización.
5) Como se desprende de los argumentos anteriores, la seguridad humana tiene connotaciones progresistas y transformadoras .
Es evidente el contenido normativo y ético implícito en este concepto, formulado no tanto para explicar la realidad sino para impulsar su transformación basándose en determinados valores (cooperación internacional, multilateralismo, derechos humanos, bienestar, construcción de la paz), alternativos a los principios tradicionalmente dominantes en las relaciones internacionales (intereses nacionales, seguridad estatal, poder militar, relaciones de confrontación en un sistema anárquico, etc.). Esta dimensión ha sido remarcada por diferentes autores, que subrayan que "la seguridad humana no es tanto un concepto analítico como un significante de valores políticos y morales compartidos" (Mack, 2005: 12), y que gran parte de su atractivo radica en que el término "evoca valores progresistas" (Suhrke, 1999: 264).
Esa dimensión transformadora de la realidad, sea a escala nacional o global, se desprende del hecho de que la seguridad humana exige el avance en la satisfacción de los derechos humanos así como, al menos en su versión amplia, del desarrollo humano. Cabe hacer aquí dos observaciones. La primera es que todo avance en esta dirección exige la implementación de políticas públicas redistributivas que garanticen derechos y un cierto bienestar a la población, lo cual justifica una revalorización del papel del Estado frente al mercado. La segunda radica en que el discurso de la seguridad humana, en la medida en que integra tanto derechos humanos como cuestiones de bienestar socioeconómico, puede contribuir a subrayar la importancia que tienen los derechos socioeconómicos (como los derechos a la alimentación, a la salud, a la educación, etc.), relegados a un segundo plano teórico e institucional por el pensamiento liberal y por el sistema internacional en su conjunto, los cuales priorizan los derechos civiles y políticos. Ahora bien, este potencial para rescatar del olvido y abogar por la garantía de los derechos socioeconómicos podemos apreciarlo más en el enfoque amplio que en el restringido de la seguridad humana. En el trasfondo de ambas visiones de la seguridad humana probablemente laten diferentes concepciones políticas, que se traducen en la dispar relevancia que se le atribuyen a unos tipos y otros de derechos humanos.
6) En la línea del argumento anterior, la seguridad humana aporta criterios y elementos de juicio para el análisis de las políticas de los estados y de las relaciones entre éstos y sus ciudadanos.
Como ocurre también en el caso de los derechos humanos, el principal instrumento y responsable de la consecución de la seguridad humana son los estados, a través de sus políticas públicas, sin perjuicio de la importancia que también tiene la cooperación internacional y la gobernanza global. No obstante, los propios estados son con frecuencia responsables de políticas, prácticas y estructuras que causan inseguridad humana. Así pues, la seguridad humana actúa como un referente que coloca al Estado ante el escrutinio crítico, que permite juzgar sus políticas, sus capacidades, sus relaciones con los ciudadanos e incluso su legitimidad.
En este sentido, Krause considera que un objetivo importante de la seguridad humana consiste en reestructurar la relación entre los estados y sus ciudadanos, de modo que la legitimidad y soberanía de aquellos queden condicionadas al trato que dispensen a sus ciudadanos. "Promover la seguridad humana supone hacer que los estados y sus gobernantes se mantengan alineados con el contrato social básico", esto es, con el principio por el cual los estados se fundaron para garantizar a sus ciudadanos paz y seguridad en un contexto de anarquía hobbesiana (Krause, 2005: 28). En este sentido, la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía Estatal ha formulado en su célebre informe (ICISS, 2001) el argumento, no exento de controversia, de que la soberanía del Estado queda condicionada a que éste proteja los derechos humanos y la seguridad humana (entendida en su visión restringida) de sus ciudadanos, pues en caso contrario quedaría justificada la suspensión del principio de no injerencia, a fin de que sea la denominada comunidad internacional la encargada de ejercer tal protección a través, por ejemplo, de intervenciones militares.
Al margen de esta posible aplicación, y en coherencia con su ya comentado carácter progresista, lo cierto es que el concepto de la seguridad humana ha sido y es útil como lema movilizador en manos de políticos, activistas sociales y organizaciones, para dar sustento teórico y coherencia a propuestas e iniciativas en diversos campos (prohibición de las minas antipersonales, situación de las mujeres en las guerras, tráfico de armas cortas, etc.).
7) Una última contribución del concepto de seguridad humana radica en que ayuda a cuestionar narrativas y conceptos dominantes en relación con la seguridad y con la política tanto nacional como internacional, que se basan en la lógica de la confrontación (tales como "interés nacional", "enemigos", "relaciones de poder" o "guerra contra el terrorismo").
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