Thursday, November 15, 2007

Crítica al artículo sobre los llamados “metrosexuales”


Con gran decepción leí un artículo publicado el pasado domingo 11 de noviembre en el diario Juventud Rebelde. El periódico no defiende a estos jóvenes que rompen con la tradicional estética masculina, los cuestiona.

David Perdomo (Para Kaos en la Red)
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Con gran decepción leí un artículo publicado el pasado domingo 11 de noviembre en el diario Juventud Rebelde. La decepción viene porque este periódico se ha destacado últimamente por separarse de la habitual ceguera que caracteriza a nuestra prensa ante nuestros problemas. Ahora es un “problema” a solucionar la temática planteada en el artículo. Desde su título: Aumentan hombres que usan atributos femeninos, ya se denota el prejuicio de los autores.


Nos ofrecen este concepto del asunto: “¿qué se ha entendido por metrosexualidad? Fue el periodista inglés Mark Simpson, en 1994, quien la definió como la actitud de aquel hombre joven, habitante de una metrópoli, que gusta de una vida sofisticada, cuida su cuerpo, no tiene prejuicio para hacerse la manicura, y viste ropa de diseñador. Según Simpson, el metrosexual está enamorado de sí mismo y se obsesiona por estar siempre a la moda. El diario estadounidense The New York Times describiría poco después: «Son hombres urbanos impacientes, uniformes, dispuestos a abrazar sus lados femeninos».



No voy a llamar de otro modo a los individuos que optan por un cambio en la tradicional estética masculina, como tampoco se le puede cambiar al denominado Quinquenio gris, cuan fue bastante oscuro. No niego la influencia del mercado y la globalización en las modas, en los cambios ornamentales en las personas. Pero lo que nos plantean los autores del artículo en cuestión es que no se pueden violar las reglas, y que lo femenino tiene que seguir siéndolo, y no pasar a formar parte además de algunos hombres. Muestran a los llamados metrosexuales como personas superficiales que están infringiendo peligrosamente las tradicionales reglas de la masculinidad.



En el inicio del artículo se lee: Quién sabe si por una trampa de los diccionarios, o por una broma del sentido común, los hombres «bellos», sin embargo, se sienten muy bien. Tal parece que no hay hombres bien parecidos o bellos (aunque tanto se tema usar este término para los hombres y, sobre todo, por ellos mismos). Y si se sienten bellos, “sin embargo, se sienten muy bien.” Pobre de aquel hombre que esté totalmente complacido con su apariencia física, no debería estar contento con ello, según nos dan a entender estos autores.



Más adelante se plantea: Puede ser que, mirando atrás en el tiempo, todo el asunto de ser bello o no serlo, no sea otra cosa que el afán humano de lograr aceptación dentro del grupo, de otorgarse a sí mismo un cierto reconocimiento social, o de llegar al clímax de la notoriedad pública. Todo lo relacionado con el bienestar físico del hombre queda reducido, según el escrito, al qué dirán los demás, como si la propia complacencia con uno mismo no importara.



Con estupor se lee lo siguiente: “…con solo desandar unas cuadras de La Habana, la imagen de hombres con piernas y brazos afeitados, con esmalte en las uñas, con cejas arregladas, con aretes u otros atributos —hasta ahora solo femeninos— penetra como una bala en el centro de la retina pública.” ¿Será que están volviendo los terribles censores de las libertades estéticas que se quiera dar cada individuo? Los autores escriben que esa imagen que rompe con la del hombre tradicional hiere como bala en la retina. Los hiere a ellos, pero porque ya tienen herida la mente desde antes, no se adaptan a los cambios que no aceptan. Resulta que los aretes en los hombres es algo de ahora, es increíble que se afirme esto. Es sabido que tanto esto, como el pelo largo, lo utilizan los hombres desde los inicios de la Civilización. El pelo largo se retoma con fuerza en los años ´60 del pasado siglo, y ya no es lo común ni siquiera en los metrosexuales. El arete (incluyo las argollas) está bastante extendido en los jóvenes desde hace más de una década. Los labios pintados no me parece algo común, al menos en los metrosexuales cubanos.



En el escrito se entrevista a especialistas y personas en la calle, con diferentes puntos de vista. Un estudiante universitario refleja su posición: “se confunde cultura con libertad, se rompe la imagen masculina de nuestra sociedad.” Sí, también hay jóvenes (incluyo a los autores) que se oponen a otros jóvenes que quieren cambiar su imagen, esta oposición no es exclusiva de personas de otras generaciones.



Se insiste en que el mercado y la globalización son causantes de este fenómeno, que para vender más, hace falta que los hombres también se preocupen por los productos de belleza. Y que es el mercado quien impone los límites entre lo masculino y lo femenino. Alguien aclara que “la cosmética del cabello es general, y todo tiene su edad y su etapa. No solo tenemos jóvenes que vienen a comprar tintes para hacerse iluminaciones en el cabello, hombres de mayor edad buscan tratamientos anti-canas y anti-caída».”



Los autores del artículo, dicen irónicamente: Cremas anti-arrugas, implantes para el cabello, pinturas de uñas, lápiz labial... toda una gama de productos creados para los hombres, que habrían sido un buen gancho literario para los hermanos Grimm al diseñar sus personajes masculinos, los cuales hubiesen hecho palidecer de celos a la madrastra de Blanca Nieves. La industria cosmética ha logrado que a diario los hombres se pregunten: ¿quién es el más bello entre los bellos? Ella —la industria— ya tiene la respuesta: «todos los hombres son bellos, pero los metrosexuales son los más bellos de todos».



La vicedecana de laFacultad de la Facultad de Psicología cree que hay emergencias de cambio, de apostar un poco más por la autonomía, con la belleza de los cuerpos.



Coincido con el artículo en que el cambio en lo externo no implica necesariamente un cambio en lo interno, es decir, que estas personas no sean machistas. Pero pienso que más fácil le será a ellos dejar de serlo que a los otros, porque ellos están rompiendo tabúes.



El artículo termina citando a un adolescente:«Cuando salga este trabajo por el periódico, me lo dan, para llevárselo a mi papá que no me deja hacerme los rayitos».Espero que el padre no lo haya leído, pues además de sus prejuicios sexistas, estarán los ideológicos, ya que nos han dicho que estos cambios en los hombres son por ser personas frívolas conducidas por el mercado. Ahora los que no permiten estas blandenguerías de los varones en las escuelas tienen un papel (otro) que los respalde.



Me pregunto si a las mujeres que deciden no pintarse, y lucen una belleza natural sin dejar de ser femeninas, también serán blanco de estos nuevos censores.



Un artículo de hace tres años de este mismo periódico, terminaba de este modo: “La responsabilidad de que alguien del sexo masculino opte por esta propuesta de mercado no es única de las agencias publicitarias, a pesar de la manipulación que ejercen. Esta opción solo podrá enganchar a sujetos con una subjetividad que reúna las condiciones necesarias para ser metrosexual. Por lo tanto, la tradicional imagen de varón no está en vías de extinción.” Espero que esto calme el nerviosismo reinante en los que no aceptan a los llamados metrosexuales.



Otro artículo del propio diario, de diciembre del pasado año dice:Basta juzgar el cambio de patrones en las relaciones interpersonales, la osadía de incorporar prendas «femeninas» a su vestuario y la proyección emocional de los nuevos varones, que no por eso permiten un cuestionamiento de su orientación sexual. Este fenómeno no es privativo de la Isla, aunque tal vez sorprenda aquí más que en el viejo continente o en otras latitudes de las Américas. Y tampoco es una cuestión de moda: desde la revolución sexual de los años sesenta, en el pasado siglo, se ha teorizado bastante sobre un nuevo tipo de hombre, calificado como soft —suave en inglés— que no se avergüenza de la parte sensible de su personalidad y considera a la mujer en un plano de igualdad respetable, no como presa sexual.



Como decía antes, pienso que no necesariamente estos individuos dejan de ser machistas, pero no nos desviemos en ese punto; y no seamos nosotros sexistas al valorar su apariencia física. Demasiados traumas ha tenido la Humanidad por la no aceptación de los cambios, y las consecuentes represiones sufridas por los incomprendidos. Precisamente nuestro país, padeció esa situación, y aún hay huellas, pero que estas no vuelvan a ser, al cantar de Silvio, delimitadoras de primaveras.

1 comment:

Anonymous said...

Se nota que el señorito David perdomo es otro homosexual que sale a defender cual quijote a estos engendros como tantos otros emos que circulan por alli, dejemos la moda,homosexualidad y la victoriosa HOMBRIA que sigan el curso de la historia, porque los hombres la forjan y los maricotas la destruyen al abanderarse de causas pseudonobles, orden mundialarriba putos y lesbianas abajo.