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TVE-1 emitió el martes noche una pieza de primera importancia: el documental de un reportero francés sobre las actividades de la ONG El arca de Zoé, protagonista principal de ese follón del Chad, los niños raptados con intenciones humanitarias, la tripulación española enchironada y la gesta de Sarkozy Volador. Ese reportaje gabacho no sólo venía bien porque el asunto está de actualidad, sino, además, porque ofrecía respuestas a la pregunta verdaderamente importante de todo este drama: ¿Qué hace una ONG raptando niños en África para llevarlos a Europa? ¿Y para qué? Es curioso ver que la opinión pública española, aturdida por el asunto del avión, en general ni se había planteado la cuestión de fondo: ¿Quién es nadie para llevarse niños de un país, por muy mal que lo estén pasando? La respuesta era la siguiente: un iluminado cuya ofuscación, pura sobredosis de buena conciencia, ha terminado llevándole a no distinguir el bien del mal. El documental francés era una buena pieza audiovisual. Pero es, sobre todo, una lección de periodismo para las cadenas españolas, tanto públicas como privadas.
Ya se sabe que todas las comparaciones son odiosas. Son odiosas, entre otras razones, porque son inevitables. En este asunto del Chad es inevitable comparar la inactividad gubernamental española con la efectista y resolutiva intervención de Sarkozy Volador. Y en lo que a la tele concierne, es inevitable comparar el perfil medio de la televisión española, generalmente limitada a dar noticia de lo que cuentan las agencias extranjeras, con la desenvoltura de la televisión francesa, capaz de meter un reportero en la expedición de El Arca de Zoé, filmar sus tejemanejes oscuramente humanitarios y ofrecerlo después como material de denuncia. Que Sarkozy Volador haga de vengador justiciero puede achacarse al aval que supone tener armas nucleares (eso hace mucho para que te tengan respeto), pero no así lo de las cadenas de televisión: eso de la tele no se debe al poderío político francés, sino a que hay países donde el dinero de la tele se gasta en ‘reality-shows’ y famoseo, como España, y otros donde ese dinero se gasta, entre otras cosas, en información abundante y de buena calidad, como en la mayor parte de esos países europeos con los que tanto nos gusta compararnos. Más allá del propio incidente del Chad, la pregunta que deberían hacerse ahora nuestros canales es la siguiente: ¿Cómo es posible que ninguna cadena española de televisión esté en condiciones de hacer algo parecido a ese reportaje francés? ¿Cómo es posible que la excelente cantera de reporteros que nació de TVE se haya agotado en apenas veinte años? ¿En qué piensan nuestras cadenas de televisión?
Thursday, November 08, 2007
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