SANTO DOMINGO, DN (República Dominicana).-
El dolor de la señora Felicia Rodríguez crece cada día al mismo ritmo que su desesperanza. Desde hace más de un año vive con la incertidumbre de no conocer con certeza los detalles del hecho en que su hijo, Eduardo David, de 18 años, murió atropellado por dos carros manejados a toda velocidad en una de las principales avenidas de la capital.
La noche del 11 de junio del 2006, Eduardo David cruzaba la avenida 27 de febrero, en el tramo comprendido entre las avenidas Privada y Núñez de Cáceres, cuando dos carros que participaban en una supuesta “carrera en vía pública” lo chocaron ocasionándole la muerte al instante. El joven no fue socorrido por los conductores de los vehículos que, según testigos, tenían las luces apagadas y emprendieron la huida inmediatamene.
“Mi casa se ha convertido en un cementerio desde ese día”, confiesa Felicia mientras su mirada se pierde buscando una respuesta que ni el tiempo ni las autoridades le han podido ofrecer.
Sin culpables
Desde el primer momento circularon rumores de que los responsables de la muerte de Eduardo David Rodríguez Rodríguez eran personas que pertenecían a familias ligadas a militares y a funcionarios del gobierno.
Semanas después del hecho, y bajo la presión de los medios de comunicación, fueron arrestados varios jóvenes señalados como sospechosos, quienes posteriormente fueron puestos en libertad al comprobarse, según la Fiscalía del Distrito Nacional, que no tenían relación alguna con el accidente.
Los jóvenes investigados en torno a la muerte de Rodríguez fueron Alberto Iglesias, los hermanos Alejandro y Alberto Arnaud Acosta, y Rubén Antonio Rodríguez Campos.
En ese momento el fiscal del Distrito Nacional, José Manuel Hernández Peguero, sostuvo que se continuarían con las pesquisas en busca de los responsables, pero hasta ahora, según informaciones del Ministerio Público, aún no se ha podido identificar a los conductores irresponsables involucrados en el “accidente”.
Quería ser médico
Eduardo era el menor de tres hermanos. Cursaba el tercer semestre de Medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Desde los quince años, narra la señora Felicia, visitaba el hospital regional Luis L. Bogaert, de la provincia Valverde donde trabaja su padre, Juan Ramón Rodríguez Montán, para servir de ayudante.
“Tú lo oías hablando de cosas…a veces me quedaba mirándolo y le decía y cómo sabía de esas cosas. Él se llegó a pasar un mes trabajando en el hospital, haciendo de todo”, dice con tristeza.
Con la voz entrecortada, Doña Felicia describe a su hijo como una persona jovial y con las particularidades de todo joven a su edad. Al mostrar las fotos de sus hijos mayores, Omar Javier y Juan Gabriel, señala que sólo faltaba Eduardo por graduarse de la universidad. “Como quien dice, lo único que me quedaba”, expresa con dolor.
Un camino sin fin
Para Felicia Rodríguez la muerte de su hijo fue causada por la imprudencia y la irresponsabilidad de “unos hijos de mami y papi”, que asegura son protegidos por las autoridades.
Está convencida de que la Fiscalía del Distrito Nacional ha sido negligente en las investigaciones con relación al caso porque, a su juicio, los involucrados pertenecen a familias que tienen influencia en el Gobierno.
“Al principio yo decía lo que decían los muchachos, que eran unos corredores. ¿De quiénes son hijos los corredores de por aquí? Uno sabe de quién son esos muchachos. Yo lo decía en la prensa…siempre circuló en principio que eran hijos de funcionarios y de militares”, dice sin ocultar su enojo.
Califica como “un montaje” las indagatorias hechas por la Fiscalía del Distrito Nacional y la Policía Nacional los días posteriores al suceso, y considera que la única intención fue la de encubrir a los responsables.
“Era todo un espectáculo, un show, un montaje. El (fiscal) agarró tres jóvenes para hacer show. Ellos no tenían que ver nada con eso”, señala.
Tres meses luego de la muerte de su hijo, la señora Felicia fue convocada a una reunión con el fiscal Hernández Peguero. En este encuentro, afirma, el funcionario le prometió que el caso sería resuelto.
“Me prometió que el caso iba a llegar hasta sus últimas consecuencias, que todo se iba a resolver…pero parece que ese fue el cierre del caso. Nunca más me llamaron”, indica.
Sostiene que varias personas se han acercado dándole los nombres de los supuestos conductores, pero que se niegan a declarar al respecto por temor.
Las diligencias de esta madre por esclarecer las circunstancias en que murió su hijo han llegado hasta el despacho del Presidente de la República. Asegura que logró concertar una cita con Leonel Fernández pero que nunca le han llamado.
“A la secretaria del presidente le pregunte si tenía una cita anotada conmigo para verlo, y me dijo que si, que se la habían pasado y que cuando fuera efectiva me llamaba, y aún la estoy esperando. De eso hace unos cuatro meses”, narra.
El dolor de la impotencia
Dice sentirse impotente ante lo que entiende como una indeferencia de las autoridades. “Estoy en los tiempos de (el dictador Rafael Leonidas) Trujillo, donde no se puede acusar a nadie, no se puede decir nada. Todo el mundo sabe todo y nadie quiere hablar, porque todo el mundo tiene miedo”.
Sostiene la tesis de que los responsables de la muerte de Eduardo David son hijos de personas que tienen alguna protección del gobierno.
Consternada, dice no comprender como los padres de los jóvenes que conducían los carros que malograron a su hijo pueden protegerlos, sin dejar que asuman la responsabilidad de sus acciones. “Ellos están creando monstruos”, asegura.
“Todos están protegidos por una persona de poder, de eso sí estoy segura. De quiénes son, eso lo saben ellos, no es a mí que me compete decirlo, es a las autoridades”, argumenta.
Sin otro recurso más que la fe, Felicia dice que la única justicia que espera en estos momentos es la que Dios le pueda brindar, porque, a su juicio, la justicia dominicana nunca podrá ser aplicada a las personas que por el manejo imprudente y temerario terminaron con los sueños de Eduardo David.
Fiscalía DN: el caso sigue abierto
Según el Director de Investigaciones de la Fiscalía, el fiscal adjunto Francisco Polanco, el caso de la muerte del joven Eduardo David Rodríguez Rodríguez sigue abierto.
El magistrado Polanco asegura que las autoridades han realizado todos los esfuerzos por esclarecer las circunstancias en que ocurrió el accidente.
Afirma que hasta el momento los datos obtenidos, principalmente a partir de la versión de los jóvenes que acompañaban a Eduardo David el día de la tragedia, no han permitido identificar de manera individual a las personas que manejaban los vehículos, por lo que no pueden emprender una persecución contra nadie.
Dice que en el lugar de la tragedia se encontró una pieza que correspondía a un carro marca Nissan, y que se procedió a buscarlo en los talleres y las estaciones de gasolina cercanos, pero que hasta ahora no ha sido localizado.
“Cada día el general José Fernández Fadul, director de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), y sus hombres paran en las avenidas vehículos de características similares”, dijo.
Sobre un carro BMW, que se dice estuvo involucrado en el hecho, aseguró no se encontró ninguna evidencia física de un vehículo de esta marca.
Con relación a la versión de que los responsables del accidente son hijos de personas relacionadas con el Gobierno, razón por la que estarían siendo protegidos, el magistrado Polanco sostuvo que no existe ningún elemento que demuestre ese alegato.
“Esto lamentablemente es producto de una especulación, de una imaginación pero no de una fuente objetiva que permita al Ministerio Público decir que es cierto”, afirmó.
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