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SANTO DOMINGO, DN (República Dominicana).- El Jefe de la Policía Nacional, teniente general Bernardo Santana Páez, reveló este jueves los nombres de los agentes que el 6 de abril balearon y dejaron sin poder caminar ni sostenerse al joven vendedor ambulante Javier Segura, pero adelantó que no se tomará ninguna acción legal contra ellos hasta que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos presente "pruebas de que hubo “negligencia” policial en el caso.
Asimismo, defendió a los agentes policiales, afirmando que ellos no dispararon contra Javier “porque sí”, sino porque alegadamente éste manejaba a “alta velocidad” y no se detuvo ante una orden de la patrulla.
El jefe de la Policía Nacional explicó que los agentes Gudy Rojas, segundo teniente de la patrulla, Miguel Estévez, cabo, y Franklin Cuevas, raso, le dispararon a la camioneta que manejaba Segura en los neumáticos y posteriormente a él, porque “al momento de notar la presencia policial emprendió la huida a alta velocidad”.
“Por esta razón, fue necesario que los agentes hicieran varios disparos para lograr detenerlos”, argumentó.
(Nota de la redacción de Clave Digital: La posibilidad de que alguien pueda manejar a alta velocidad en el barrio no parece creíble a juzgar por los reportes del periodista de Clave Digital en Santiago, Máximo Laureano, quien recorrió la calle donde ocurrió la tragedia, en el barrio Duarte, y explicó que las vías están llenas de hoyos y altibajos. Además, la camioneta de Javier Segura es un vehículo viejo, que aún en una calle en buenas condiciones difícilmente pueda desplazarse a “alta velocidad”).
El jefe de la Policía Nacional se mostró convencido de que el informe que le suministró la comandancia de Santiago explica “claramente” que los oficiales no persiguieron a Segura “porque sí”, sino porque recibieron una llamada de la central reportando que cuatro desconocidos estaban “desmantelando” la banca de lotería Mauro en la calle C número ocho del sector Mella Dos en Santiago.
Santana Páez expresó, además, que la Policía Nacional quiere resolver el caso y que, “incluso”, se comunicó con el joven baleado y con el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos Manuel María Mercedes para abrir una investigación más profunda.
Julián Diloné, que acompañaba a Javier Segura
Julían Antonio Diloné (El Mello), era la persona que el 06 de abril, acompañaba a Javier en la camioneta Hyundai, del año 1988, modelo Pony.
El joven de 29 años de edad, contó a Clave Digital que eran cerca de las 12:00 de a medianoche, cuando entraban al sector, después de una larga y pesada jornada de trabajo.
Una patrulla de Barrio Seguro, integrada por cuatro hombres, les ordenó que se detuvieran. Julián explica que no escucharon con claridad la orden ni distinguieron que se trataba de agentes policiales porque la luz era escasa, por lo cual siguieron su marcha a velocidad normal. De inmediato los policías comenzaron a dispararles, perforando y dañando el vehículo.
A percatarse de los disparos y de que se trataba de policías, se detuvieron. Diloné aseguró que a Javier le dispararon luego que se habían detenido, a pesar de que éste le rogó, de rodillas, que no lo hicieran, porque él no era un delincuente. Javier fue herido en un brazo y luego en las piernas.
La camioneta quedó prácticamente inservible por las perforaciones que le hicieron las balas.
CNDH ve contradictoria versión de la PN
Por su lado, el abogado Manuel María Mercedes, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), declaró que el informe que le presentó Santana Páez se contradice “totalmente con lo que realmente sucedió” y con la investigación que la Comisión de Derechos Humanos llevó a cabo.
Reveló que la organización presentará este viernes un informe con las pruebas y los resultados de las investigaciones del hecho, con la intención de que los tres agentes y un procurador adjunto de Santiago sean sometidos a la justicia civil. Dijo que, alegadamente, el procurador adjunto “tapó la situación”.
El nombre del procurador, a diferencia de los agentes, será revelado el lunes, según María Mercedes.
El presidente de la CNDH afirmó, además, que la organización no permitirá “bajo ningún concepto” que ese hecho quede impune, ya que es un reflejo del antiguo equipo de cirujanos que se dedicaban a “lisiar” a jóvenes de Santiago y San Francisco de Macorís.
Javier narra su desgracia
Javier Segura mira su pierna herida con esa serenidad amarga que tiene la gente desamparada. Desde el pasado viernes santo (6 de abril), cuando fue baleado por agentes policiales en un barrio de Santiago, sus ilusiones son memorias y sus afanes concluyeron en la desesperante quietud de la parálisis.
“Estaba oscuro y lloviendo. Esa noche calló un agua grandísima en Santiago”, recuerda con una calma irremediablemente nostálgica. Empieza a narrar los acontecimientos que lo destinaron a vivir entre una silla y una cama:
“Yo salí a comprarle un pescado a la esposa mía. Ella está embarazada. Cuando yo iba bajando en la calle Jánico, ingenio arriba, oí esos disparos detrás de mí. Como yo nunca he tenido problemas con la Policía pensé que podían ser delincuentes. Seguí en la camioneta… Más abajo me dieron en el brazo, en el brazo derecho. Cuando yo vi que eran policías frené y salí con las manos arriba. Hincado, de rodillas… no quería que me maten”.
Luego cuenta como unos agentes policiales lo encañonaron mientras otros revisaban el vehículo. Aunque no hallaron evidencias de delito, uno de los oficiales le propinó un disparo a quemarropa en la pierna derecha.
A partir de entonces las angustias de Javier no cesan: “yo no sé qué voy a hacer, tengo hijos, y mi esposa está embarazada. No está ganando casi nada en la Zona. Y yo inválido, pidiéndole a Dios que… imagínese”.
Oriundo de Padre Las Casas (Azua), dice que en Santiago se sentía bien. Emigró hacia esa ciudad en el año 2000. Trabajó en una fábrica de ropa de zona franca. Llegó a ser supervisor de una lavandería y, con el tiempo, logró comprar un vehículo que “estaba bueno”. Se dedicó a la venta de plátanos y otros víveres por las calles de la ciudad.
“Yo me levantaba a las 4 de la mañana. Surtía mi camionetita y me ponía a vender. Yo estaba bien, pero esa gente me destruyó mi vida”. Y es que a Javier le resulta difícil acostumbrarse a que su pierna no responda a su prisa, a su rabia, a su dolor.
“Dios sabrá…”, dice. Después pronuncia una frase que ya está gastada entre sus parientes y amigos: “Yo, lo único que pido es justicia”.