Stephen Leahy (Ips)Prensa Latina, Servicios Google
El uso de biocombustibles eleva mucho más que la gasolina el recalentamiento de la Tierra, pues su producción encarece los alimentos y, por lo tanto, alienta la deforestación y la pérdida de praderas naturales que atesoran carbono.
El uso de etanol equivale a emisiones de gases de efecto invernadero 93 por ciento más altas que las de la gasolina, dijo David Tilman, ecologista de la Universidad de Minnesota y coautor de uno de dos informes al respecto publicados el jueves en la revista Science.
"El balance final es que usar buena tierra de cultivo para los biocombustibles aumenta la emisión de gases invernadero", evaluó.
Se suponía que el uso de etanol derivado del maíz reduciría entre 10 y 20 por ciento las emisiones de gases invernadero respecto de la gasolina.
Pero los estudios anteriores no evaluaron el uso de la tierra en la producción de combustible, que reduce la superficie de los cultivos de alimentos en un mundo hambriento.
Eso eleva el precio de los alimentos y obliga a la conversión de bosques y praderas en tierras de cultivo. Cada hectárea convertida emite a la atmósfera, en promedio, alrededor de 351 de toneladas de gases invernadero.
Los bosques y praderas naturales absorben carbono. Insumiría 167 años de producción de etanol equilibrar la ecuación por hectárea, incluso asumiendo que el uso de etanol emite 20 por ciento menos de emisiones, señalan Timothy Searchinger y sus colegas en el otro estudio.
Según Searchinger, esto ocurre con todos los biocombustibles, aunque los tiempos difieren.
Para compensar la deuda de carbono que origina la conversión de una hectárea de bosques de turba en Indonesia o Malasia para plantar palma aceitera, sería necesario producir biocombustible con ese cultivo durante 423 años, indica su estudio.
Pero, desafortunadamente, vastos tramos de esos bosques tropicales ya fueron talados.
Susan Page, experta en bosques de turba de la británica Universidad de Leicester, informó en diciembre que unos 3,2 millones de hectáreas ya fueron convertidos y que en 25 años sus superficies habrán emitido a la atmósfera 3.220 millones de toneladas de gases invernadero.
Cada tonelada de aceite de palma producida allí resultará en una emisión de hasta 70 toneladas de dióxido de carbono durante 25 años a causa de la propia conversión, por la descomposición de la turba y los incendios para despejar la vegetación natural, sostuvo Page.
La cuarta parte de la deforestación en Asia sudoriental de 2005 se debió a la conversión de bosques de turba a plantaciones de palma.
Los bosques de turba restantes almacenan de modo seguro entre 50.000 y 70.000 millones de toneladas de carbono.
Page también señaló que preocupa mucho el modo en que se usa la tierra en el sudeste asiático.
Estos son los primeros estudios que evalúan el impacto de la producción mundial de biocombustible sobre el despeje de tierras.
"Estas áreas naturales almacenan mucho carbono, así que convertirlas a tierras de cultivo determina la emisión de toneladas de carbono a la atmósfera", dijo Joe Fargione, científico de la institución Nature Conservancy y coautor del estudio publicado en Science.
Incluso el éxito del etanol brasileño producido con caña de azúcar revela que convertir el bioma brasileño de sabanas del Cerrado requiere al menos 17 años de producción de ese cultivo para cubrir la deuda de carbono.
Mucho peor es cuando el bosque amazónico es convertido para cultivar soja con el fin de elaborar biodiésel, porque allí la deuda de carbono tardará 319 años en saldarse.
Y los brasileños están convirtiendo la selva amazónica a un ritmo sin precedentes. Solo en los últimos cinco meses de 2007, casi 7.000 kilómetros cuadrados fueron talados, principalmente en el occidental estado de Mato Grosso, según observaciones satelitales.
El biocombustible es un importante motor de esta destrucción.
Los agricultores de Estados Unidos cultivan mucho más maíz para elaborar etanol y mucha menos soja de la que solían producir. Mientras, la demanda mundial de soja crece y los cultivadores brasileños talan la Amazonia para cultivar aun más.
"Si la intención es mitigar el recalentamiento planetario, no tiene ningún sentido convertir tierras para la producción de biocombustible", dijo Fargione en una declaración escrita.
La conversión de tierras ocurre también en Estados Unidos. El año pasado se sumaron a las plantaciones de maíz más de 4,8 millones de hectáreas, con el fin de producir etanol, y se prevé más para este año. Eso empeora el cambio climático. Un cuarto de los cultivos de maíz de este año se convertirá en combustible.
Los biocombustibles pueden tener un futuro si se producen con plantas perennes, no alimenticias y cultivadas en tierras degradadas.
Los derivados de los desechos de biomasa, como los restos de madera, la paja y los tallos del maíz que usan procesos celulósicos o de gasificación también pueden convertirse en biocombustibles que realmente reduzcan las emisiones.
Pero retirar los desechos de los cultivos priva al suelo de materia orgánica valiosa, esencial para la productividad del suelo.
Hay que hacer más estudios sobre el potencial de estas nuevas tecnologías, opinó Tilman.
También se requiere el establecimiento de criterios internacionales para la producción de biocombustibles, que gobiernos y empresas apliquen y determinen sus inversiones.
Algunos biocombustibles ofrecen una fuente de energía relativamente barata, pero tienen un impacto muy negativo sobre el clima, dijo.
El auge de los biocombustibles llega en un momento en que la producción alimentaria debería duplicarse para alimentar a las 3.000 millones más de habitantes que habrá en el mundo para 2050.
También habrá entonces muchos más consumidores en China, India y otros países que podrán darse el lujo de comer más carne, lo que elevará la demanda de cereales.
"En este contexto, es una idea bastante tonta usar alimentos como combustible", expresó Tilman.
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